miércoles, 6 de agosto de 2008

Omphalos

"Omphalos: Piedra y lugar sagrados, considerados el ombligo (omphalos) del mundo. Punto donde se unen el cielo y la tierra."


Llevaba unos días con el ánimo por los suelos. Por nada en concreto y por muchas cosas, hay veces que sientes que las fuerzas te fallan, que levantarse de la cama es un acto de superación. Lloraba por cualquier cosa, me enfadaba con H. sin motivo alguno, o por tonterías, y llegué a sentirme enferma de verdad, aunque mi médico me aseguró que todo estaba perfectamente. En el trabajo estaba distraída y como sonámbula, y mi sufrida compañera tenía que repetírmelo todo dos veces para que me enterase.


Este fin de semana pasado fuí al Primer Hogar. Madre, que me conoce como nadie, me echó un vistazo, y, sin preguntarme nada, me dijo:"Niña, mañana vamos al campo."


En mi familia siempre hemos sido más de campo que de playa, supongo que porque mi madre es de un pueblo de montaña. Cuando mis hermanas y yo eramos pequeñas, todos los fines de semana salíamos de acampada libre, a diferentes sitios, y nos encantaba perdernos con el coche por los caminos para descubrir nuevos rincones. Y fue en una de estas excursiones cuando llegamos al Lugar.


Decir que es un lugar precioso sería quedarse corto. Es mágico. Es un estrecho valle entre montañas recorrido por un arroyo que burbujea entre las rocas cubiertas de musgo. Allí todo es verde, fresco y brillante, como si hubiese sido creado la noche antes. La tranquilidad y la paz que siento cada vez que estoy allí no se debe solamente al silencio, sino que proviene de algún lugar más profundo. Para mi es el paraíso en la tierra (por muy manida que pueda resultar la frase).


Pues allí precisamente es donde me llevaron mis Padres (sabios ellos). Estuve casi dos horas sentada sobre "mi piedra" en el medio del arroyo, mi omphalos particular, con los pies metidos en el agua helada, respirando despacio, escuchando el discurrir del agua (al cabo de unos minutos puedes distinguir cómo suenan las diferentes cascadas y saltos de agua), observando el vuelo de las libélulas (hay muchas y de muchos colores, del amarillo al azul eléctrico) y pensando con calma por primera vez en mucho tiempo. Sintiendo como la energía de la Tierra pasaba a través mío,me electrizaba el pelo (esto me pasa también sin que haya energía de por medio, ejem) y me dejaba las baterías cargadas y listas, mientras la corriente del arroyo se llevaba lejos mi malhumor y mi tristeza.


Luego, cuando empezaba a tener los pies de color azul (eléctrico, como las libélulas), una buena comida a base de torilla de patatas, cecina y pan de pueblo, y una pequeña caminata, hicieron el resto.


Lo que se ve desde "mi piedra".

¡Ya estoy preparada para enfrentarme de nuevo al mundo!

Bueno, en cuanto me cure el catarrazo que pillé por meter los pies en agua helada...


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