lunes, 28 de abril de 2008

SOLEDAD

De vez en cuando, en diferentes épocas del año, me dan ataques de soledad. No es que sean muy graves, me duran unos cuantos días, como mucho un par de semanas. Además, los tengo "localizados". Me refiero a que suelen ser estacionales, o estar vinculados a algún tipo de celebración. La solución que suelo adoptar en estos casos en suspender toda actividad social fuera del trabajo, y quedarme en casa escuchando mi disco de "Música para los días raros" (algún día copiaré aquí la lista de canciones) hasta que me sangren los oídos (no literalmente, se entiende).
Sin embargo, hay dos que me son especialmente difíciles de sobrellevar: el que me ataca cada año por Navidad (época del año que más aborrezco), y el que precisamente estos días me tiene con el ánimo por los suelos (y cuyos síntomas iniciales quedaron plasmados en el post anterior).

El hecho de sacar cada mañana mi cuerpecillo de náufrago de la cama ya constituye toda una proeza, y no porque esté falto de sueño precisamente. En mis ataques de soledad duermo como una marmota, con la cabeza metida debajo del edredón, y las piernas encogidas en posición fetal, formando una cueva. Me arrastro hacia la ducha, y ni los veinte minutos de agua ardiendo, ni el olor del café recién hecho (que cualquier otra mañana me levantan el ánimo) consiguen espabilarme del todo.
En estos días me siento sola incluso cuando estoy rodeada de mucha gente, incluso cuando me siento con mis amigos a tomarme una cerveza después del trabajo, incluso hablando con mis padres o con H. por teléfono. En estos días sólo me apetece acabar el trabajo cuanto antes y meterme en casa a beber "quitapenas" bien cargados. Estar sola por fuera cuando me siento sola por dentro.

Al contrario que otras depres, tengo varias teorías del porque de esta en concreto, todos los años puntual como un reloj suizo, en estas mismas fechas. Será que soy una de esas tantas personas a las que la primavera "les sienta mal". Y quizá también influya el hecho de que, dentro de 3 días, cumplo 28 años.

¿He dicho ya que, aparte de la Navidad, la otra celebración anual que más aborrezco es mi cumpleaños?

viernes, 25 de abril de 2008

SOY IDIOTA

Allá va un post de "autoescarnio", como dicen las chicas de Quedate a dormir (enlace a la derecha), de las que últimamente soy fan declarada (sobre todo de la Perri).

¿Qué hacer un día en que no tienes que trabajar, porque en tu comunidad (autonómica, no de vecinos) es festivo, pero tu ánimo está tan por los suelos que no te apetece ni siquiera salir a disfrutar del soleado día? En estos momentos, piensas, el clima debería tener más consideración contigo y con tus estados de animo. Lo propio hubiera sido una tormentita, con su lluvia, sus rayos y centellas...para tener la excusa de quedarse metida en la cama con una taza de chocolate caliente (o "quitapenas", cuando le añades un chorretón de whisky) y un buen libro.
En lugar de eso, lucía el sol y la temperatura era de 20 ºC (no, no he sido abducida por el espíritu de Montesdeoca),y yo había quedado con un amigo para tomar un café. Aunque no había muchas ganas, no era plan de darle plantón . Así que hice un esfuerzo, pensando "bueno, a lo mejor hablando un ratillo con J. me desahogo y me animo un poquillo. Y así le enseño la casita, que aún no la ha visto y seguro que le encanta". Para que veais hasta qué punto puedo ser idiota.
Para empezar, J. llegó tarde (no voy a incidir mucho en esto, que yo no soy precisamente un dechado de puntualidad). Para seguir, no le gustó mi casa ("psche, para ser UNA SOLA HABITACIÓN no está mal...y que haces AQUÍ METIDA todo el día? Tienes que aburrirte como una mona...") y me preguntó que dónde estaban el resto, que si sólo habíamos quedado él y yo ("jo, pues para esto podíamos haber quedado otro día..."). Y para terminar, se pasó todo el café hablando sólo de si mismo...

¿Qué hacer en un día en que estás depre, y en lugar de encontrar el hombro de un amigo donde apoyarte y llorar un rato, te encuentras con este panorama? ¿Gritarle que tu casita es genial, que te encanta, que vives en el puto centro de la ciudad, en una casa a estrenar y que para ti sola es más que suficiente? ¿Decirle que, porque no tengas televisión digital fuadepúa, tu tiempo libre en casa no es un rollo, que lees, escribes, cocinas, ves películas, escuchas música, tocas el bodhran, bailoteas en pelotas cuando te da la gana, y haces el friki cuando te apetece? ¡¿Explicarle que, si el resto de la gente no ha quedado hoy a tomar un café, es porque TODOS HAN ENCONTRADO ALGO MEJOR QUE HACER QUE QUEDAR CONTIGO, CHAVAL?!

Pues no, te callas. Y encima le invitas al café.
Lo dicho,soy idiota.

sábado, 19 de abril de 2008

PASEN Y VEAN...

El problema es mío, lo se. Ya me lo dice H. "es que eres muy fina, niña". Pero no puedo evitarlo. Me da asco, mucho asco, y el hecho de que haya personas que no tengan ningún problema en hacerlo en público es algo que no soporto y que me pone, a mi, persona tranquila y de buen carácter (ja!), de muy mal humor. En el trabajo. En los semáforos. En la cola del súper. Leyendo el periódico en la cafetería...

Odio a la gente que se escarba la nariz.

El viernes, mientras venía en el tren desde la Isla al Primer Hogar, contemplando el mar verde de cereales, el señor que estaba delante de mi en el asiento se levantó y se dirigió hacia la zona de las puertas. Era un señor muy elegante, de unos sesenta años, traje azul marino,camisa azul cielo con cuello blanco, corbata oscura. Al levantarse, se quitó la chaqueta y la dobló pulcramente, colgándosela del brazo. Debajo llevaba tirantes (para H. el colmo de la elegancia).

Como llevábamos casi hora y media de viaje, creí que se había levantado a estirar las piernas, y de paso admirar el paisaje... Tengo la manía de observar a la gente (mi voyeurismo aún no ha llegado a un nivel preocupante; eso me dice mi psicoterapéuta y yo le creo), así que, como no puede decirse que interminables extensiones de meseta sean una visión muy apasionante, me dediqué a observar al, hasta entonces, "simpático paisanete". Después de pasear de un lado a otro un par de veces, estirar la espalda, masajearse la nuca, y mirar un ratito por la ventanilla...pues si:


¡¡EMPEZÓ A METERSE EL DEDO EN LA NARIZ!!!


Pero nada de gesto disimulado como el del amigo Sting en esta foto.


¡¡¡HASTA EL FONDO Y CON ENTUSIASMO!!!


Como estaba justo en el centro del vagón, todo el mundo podía verle. Aunque no parecía importarle. En realidad creo que estaba disfrutando con nuestra cara de horror y asco (al menos mi compañera de asiento la tenía).

Tras casi cinco minutos de prospección, análisis de las catas obtenidas y depósito de estas en un pañuelo, el antaño "simpático paisanete" y ahora "simpático marrano"* se dirigió a su asiento, se sentó, se colocó la chaqueta sobre las rodillas y aquí no ha pasado nada.

Fuí con el estómago revuelto el resto del viaje. Y la culpa es mía. Porque soy muy fina, oyes.

Mi reflexión es que podría haber hecho lo mismo en su asiento, pero claro, entonces sólo lo habría visto su señora, que es la que iba sentada a su lado. De esta manera, todo el vagón pudo disfrutar del espectáculo.

Gracias por hacer nuestro viaje más ameno.



*Ninguna intención de ofender a los marranos, animalitos muy limpios y educados...y que además están riquísimos en embutido...arf!

jueves, 10 de abril de 2008

TOLEDO: PRIMERA PARTE


Las últimas veces que hemos salido de viaje lo he organizado yo todo, normalmente porque la salida incluía algún concierto que me interesaba (The Police en Barcelona, por recordar la última). Así que, aunque este año ya me había hecho a la idea de pasar tranquilita las vacaciones de Semana Santa en casa de mis padres, comiendo torrijas y bebiendo limonada, cuando H. dijo que le apetecía mucho visitar Toledo y que él, y sólo él, se encargaría de organizarlo todo...como decir que no?
El viaje no comenzó bajo los mejores auspicios que digamos. Nuestro tren salía a las 10:00 de la mañana, y yo estaba de mal humor por el "madrugón" ( ¿a quién se le ocurre levantarse el primer día de vacaciones a la misma hora que uno laborable?!!). Para colmo, hacía frío, mucho frío, un viento helado que se te metía por las orejas y no te dejaba pensar. Lo bueno es que H., después de tanto tiempo, ya me conoce, y sabe que este malhumor vespertino me suele durar lo que el primer café del día. Así que parada técnica para desayunar en El Sitio del Café Rico, y como nuevos.
Después de unas cuantas horas de tren, que H. aprovechó para...eu... "meditar" (como siempre que se monta en un tren, no falla, menos mal que no le pasa lo mismo cuando va al volante), y yo para ir con la nariz pegada a la ventanilla (costumbre que me ha quedado desde el viaje por Escocia de hace unos años, pero eso es otra historia), llegamos a Madrid. Nuestro AVE para Toledo no salía hasta 3 horas después, así que creo que ha sido la primera vez que nos hemos podido tomar una escala en Madrid con calma, comiendo en una mesa como es debido (¡y con cubiertos y todo!me emociono sólo de recordarlo), en lugar de correr por los pasillos del Metro con una maleta en una mano y un bocadillo chorreante en la otra. Que cuando por fin te montas en el vagón y le hincas el diente te das cuenta de que lo único que tienes son dos trozos de pan blandurrio, porque el relleno lo fuiste dejando por varias estaciones.
En fin, que tras una más que decente comida a base de pizza, ensalada y jamón ibérico (los restaurantes de las estaciones tienen una sorprendente variedad, y H. me vendería por un trozo de jamón ibérico), nos dispusimos a montar en el primer AVE de nuestras vidas. El interior, cómodo, aunque nada de lujos (jo). Tuvimos que pasar las maletas por
un escáner, eso si. Suerte que habíamos decidido dejar los explosivos y la droga en casa, en reserva para las vacaciones de verano. Que yo me pregunto porqué, cuando me monto en un regional los fines de semana, no tengo que pasar mi maletón por un control, oiga. Cosa de clases, supongo. Lo mejor fué que, mientras te quitas el abrigo, lo doblas, lo subes al portaequipajes, se cae, lo vuelves a doblar, se vuelve a caer, lo metes echo un gurruño (y, misteriosamente, ya no se cae), te sientas, colocas el bolso, miras el móvil, le pides la botella de agua a H., bebes, le devuelves la botella a H. (que ya ha comenzado a "meditar", como no)...miras por la ventanilla y ya estás en Toledo. Menos de media horita, fijatetú. Ya podríamos tener lo mismo entre la Isla y El Primer Hogar (todo llegará).
Una vez en Toledo, comenzó la búsqueda de un medio de transporte que nos llevase hasta el hotel que H. había reservado, y que sabíamos que estaba frente a la plaza de toros (que, teniendo en cuenta que no teníamos ni idea de hacia dónde estaba la plaza de toros, no era un dato que nos ayudase demasiado). Menos mal que los toledanos son gente
amable y paciente, y no desocupada, por lo visto, y nos indicaron un autobús que nos dejó a la misma puerta del hotel. Hotel que, habiéndolo reservado H., por internet, y apenas unos días antes, yo me imaginaba
como un antro oscuro y con cucas...Pues resultó ser un apartahotel céntrico, pero tranquilo, amplio, limpio y muy agradable (¡y con columna de hidromasaje! Cada uno, a sus vicios...).
Después de una duchita relajante, para quitarnos el polvo del camino (y probar de paso el hidromasaje, jijiji), nos pusimos en camino. Como ya era un poco tarde, nos dispusimos a callejear un rato, y tomar un primer contacto con la ciudad que ibamos a "exprimir" en los dos días siguientes.



Entramos en la parte antigua de la ciudad por la Puerta Nueva de Bisagra (por qué la llamarán nueva, si tiene la tira de siglos...), que tiene el escudo de la ciudad en tamaño gigante esculpido sobre el arco, un águila bicéfala (o pollo, como le llama uno que yo me se) que sostiene un cordero (pobrecito) entre sus garras. Cinco minutos después, estábamos perdidos.
Bueno, vale, quizás es una exageración; en realidad tardamos un cuarto de hora en dejar de saber dónde estábamos. Que fue el tiempo que tardamos en dejar de seguir el mapa y meternos por la primera callecita que nos pareció pintoresca. El problema de Toledo es que TODAS sus callecitas son pintorescas, esto que se llama ahora "con encanto". De todas formas, fue muy divertido perderse, caminar sin seguir ninguna ruta marcada. A ratos estábamos en calles llenas de turistas y tiendas con espadas y abrecartas-recuerdo-de-toledo, y en un par de minutos
en un callejón donde no se escuchaba más que el sonido de nuestros pasos por el empedrado (un empedrado muy bonito, pero que a los 3 días nos había destrozado los pies), y donde las macetas de geranios colgaban de balcones con celosías; me recordó mucho al barrio del Albaicín, en Granada.


Un fenómeno curioso de los callejones de Toledo (unos se llaman calles y otros callejones, pero no descubrí porqué, son todos igual de estrechos) es cómo se trasmite el sonido. En algunos no oías a otras personas hasta que girabas una esquina y casi te los comías, y en otros, como nos pasó en el Callejón del Alcahoz (si alguien va, que lo compruebe), donde se oye perfectamente una conversación que está teniendo lugar en la otra punta, a pesar de los quiebros del trazado (yo empezaba a creer que oía voces de más allá, porque no había NADIE). :-S
Finalmente, antes de recoger nuestros cansados cuerpecillos en el hotel, cena a base de raciones en una típica tasca de Toledo (bueno, no se si era típica: tenía cuadros de Don Quijote y era una tasca, así que supongo que lo era), Casa Antonio, mientras veíamos el partido de fútbol (otro de los grandes amores de H., junto con el jamón ibérico). Siguiendo con nuestra sana (casi siempre) costumbre de probar algo de la gastronomía autóctona cuando viajamos, nos decidimos a pedir carcamusas, que no teníamos ni repajolera idea de lo que era, pero que tenía un nombre muy sonoro. Resultó ser carne de cerdo guisada con guisantes y tomate y un toque picante. Luego nos enteramos de que la gastronomía de esta ciudad utiliza mucho el cerdo como base de sus platos, costumbre que viene por lo visto de la época en que fueron expulsados los judíos. Algunos, para poder quedarse y no perder sus posesiones, se convirtieron al cristianismo, los llamados "conversos". Pero como se sospechaba que no todas las conversiones podían ser sinceras, pues hala, a comer cerdo (animal impuro para los hebreos). Me imagino a los vecinos, fisgoneandose la cesta de la compra unos a otros. Si es que hay que tener mala leche...