sábado, 19 de abril de 2008

PASEN Y VEAN...

El problema es mío, lo se. Ya me lo dice H. "es que eres muy fina, niña". Pero no puedo evitarlo. Me da asco, mucho asco, y el hecho de que haya personas que no tengan ningún problema en hacerlo en público es algo que no soporto y que me pone, a mi, persona tranquila y de buen carácter (ja!), de muy mal humor. En el trabajo. En los semáforos. En la cola del súper. Leyendo el periódico en la cafetería...

Odio a la gente que se escarba la nariz.

El viernes, mientras venía en el tren desde la Isla al Primer Hogar, contemplando el mar verde de cereales, el señor que estaba delante de mi en el asiento se levantó y se dirigió hacia la zona de las puertas. Era un señor muy elegante, de unos sesenta años, traje azul marino,camisa azul cielo con cuello blanco, corbata oscura. Al levantarse, se quitó la chaqueta y la dobló pulcramente, colgándosela del brazo. Debajo llevaba tirantes (para H. el colmo de la elegancia).

Como llevábamos casi hora y media de viaje, creí que se había levantado a estirar las piernas, y de paso admirar el paisaje... Tengo la manía de observar a la gente (mi voyeurismo aún no ha llegado a un nivel preocupante; eso me dice mi psicoterapéuta y yo le creo), así que, como no puede decirse que interminables extensiones de meseta sean una visión muy apasionante, me dediqué a observar al, hasta entonces, "simpático paisanete". Después de pasear de un lado a otro un par de veces, estirar la espalda, masajearse la nuca, y mirar un ratito por la ventanilla...pues si:


¡¡EMPEZÓ A METERSE EL DEDO EN LA NARIZ!!!


Pero nada de gesto disimulado como el del amigo Sting en esta foto.


¡¡¡HASTA EL FONDO Y CON ENTUSIASMO!!!


Como estaba justo en el centro del vagón, todo el mundo podía verle. Aunque no parecía importarle. En realidad creo que estaba disfrutando con nuestra cara de horror y asco (al menos mi compañera de asiento la tenía).

Tras casi cinco minutos de prospección, análisis de las catas obtenidas y depósito de estas en un pañuelo, el antaño "simpático paisanete" y ahora "simpático marrano"* se dirigió a su asiento, se sentó, se colocó la chaqueta sobre las rodillas y aquí no ha pasado nada.

Fuí con el estómago revuelto el resto del viaje. Y la culpa es mía. Porque soy muy fina, oyes.

Mi reflexión es que podría haber hecho lo mismo en su asiento, pero claro, entonces sólo lo habría visto su señora, que es la que iba sentada a su lado. De esta manera, todo el vagón pudo disfrutar del espectáculo.

Gracias por hacer nuestro viaje más ameno.



*Ninguna intención de ofender a los marranos, animalitos muy limpios y educados...y que además están riquísimos en embutido...arf!